Lo
que hoy os voy a contar,
ahora me hace reír,
mas cuando me sucedió
no me gustó ni un pelín.
Sirviendo a la Patria estaba
en la Base de Aviación,
cuando me arrestó un alférez
un día en el comedor,
por reírme de una mueca
que hizo uno de Sardón.
Yo, arrestado a la cocina,
y el de Sardón se libró.
Finalizado el almuerzo,
a la cocina me fui
y al cabo que dormitaba
mis servicios le ofrecí.
–¡A
sus órdenes, mi cabo!
¿Qué me tiene que mandar?
–Joder,
qué susto me has dado.
¿Es que no puedes llamar?
A tomar mucho “pol” ... saco,
te tenía que mandar–.
Mariano, el cabo cocina,
de Tudela natural,
no era mala persona...,
sí era un tanto desigual.
–Friega
primero los platos,
después la cubertería...–
–¿Pero
hoy vamos a hacer todo?
Deja un poco “pa” otro día–.
Antonio, cabo primero,
además de buen amigo,
quiso quitarme el arresto,
liberarme del castigo.
Entró en la cocina y dijo
al “pringao” del cocinero:
–Búscate otro reclutilla
para darle al fregadero–.
–De
eso nada, mi primero,
este no se va de aquí,
“no te jode”, si le suelto,
me toca fregar a mí;
y eso sí que no, majete,
que ya casi soy civil–.
Con tozudez navarrica,
pues en Mendavia nació,
tras tan osada respuesta
mi amigo Antonio insistió.
Hubo un gran tira y afloja,
mas Mariano no cedió;
yo me quedé con mi arresto
y Antonio se la “envainó”.
–Arrieros
somos, Mariano,
esperaré la ocasión.
Navarro soy no te olvides,
y dicen que cabezón–.
–Gracias
amigo, ya he visto,
que has hecho cuanto has podido,
pero es este tudelano,
hueso de roer jodido–.
Como un hábil pincha-discos,
presto me puse a fregar.
Cuanto antes finalice,
antes me podré largar.
Transcurrido un largo rato
a Mariano comenté:
–El
fregado está acabado,
adiós cabo, hasta más ver–.
–No
corras tanto chaval;
¿ves aquello?, es la nevera;
abre la puerta y verás
la sorpresa que te espera.
–Vaya
parva de chicharros–.
–Sácalos
todos afuera
y ahí donde está el desagüe
los lavas con la manguera–.
Uno a uno los lavé
con la manguera a presión;
sus espinas me clavé,
¡qué dolor, qué desazón!
Una vez lavados todos,
de nuevo me despedí,
pero Mariano me dijo:
–Tú
tranquilo, quieto ahí!
Las tripas de sus entrañas,
ahora tienes que sacar;
aplícate el cuento chico,
¡hala, venga, a destripar!–.
–No
me joda usted, mi cabo.
¿Por qué las tripas quitar,
si sabe de sobra que
nadie va a entrar a cenar?–.
–Las
órdenes son así,
a mí no me digas nada,
si tienes alguna queja
se la cuentas al brigada–.
En el destripe sufrí
dos mil picotazos más;
picotazo por aquí...;
juramento por “Alá”.
Cuando acabé el destripado,
y con buena educación,
a Marianillo le dije:
–Ciao,
agur, good bye, adiós–.
–Veo
que sabes idiomas,
pero lo que es hoy aquí,
me temo que de muy poco
el inglés te va a servir.
Ahora les harás un corte
en el lomo, transversal;
luego cortarás limones...
¿Y para qué me dirás?.
A todos los chicharrillos
media rajita pondrás
en el corte recién hecho–.
–¡Qué
guapos van a quedar!–.
De cada limón de aquellos,
diez medias rajas saqué,
como eran ¡ciento cincuenta!,
quince limones corté.
Un corte de chicharrito,
con rajita de limón;
y en este otro cortecito...,
más de la misma canción.
Bueno, ¿qué, me puedo ir?,
o seguiré castigado.
Ya están los ciento cincuenta
chicharros alimonados–.
–¿Pero
dónde vas a ir
que mejor puedas estar?–.
–¿Que
dónde?, ¿dónde va a ser?,
adonde están los demás,
a la cantina de tropa
que regenta un tal Germán–.
–Venga,
que te queda poco;
ya has pasado lo peor–.
–¿Pues
qué falta por hacer?–.
–Cocinarlos.
Nos jodió.
En esas grandes bandejas
los tienes que colocar.
Yo las meteré en el horno
y haré todo lo demás–.
–¿Lo
demás qué significa?–.
–Atento
tengo que estar,
para que estén en su punto
a la hora de cenar;
un descuido y los chicharros
se pueden “achicharrar”–.
–Voy a por polvos de talco,
porque según te has movido
por la cocina esta tarde
tienes que estar de escocido.
Anda majo, que te den,
y no te hernies mamón;
espero no verte más
en similar situación.
Formamos para cenar,
y rota la formación,
tal como era de esperar
no iba nadie al comedor.
A los más amigos dije:
–Podéis
entrar a cenar,
tienen que estar los chicharros
riquísimos de verdad–.
–Estarán
llenos de tripas
y sosos “pa” no variar,
tendrán todavía escamas,
seguro que huelen mal–.
–Que
no, yo los he limpiado
y tripas no tienen ya,
están bien condimentados,
ya veréis, os gustarán.
El más amigo de todos
fue el primero en desfilar:
–¿Quién se apunta a unas galletas
con leche donde Germán?–.
Yo no me apunté aquel día,
opté por el comedor,
mi chicharro y yo solitos
porque nadie más entró.
Qué pena de chicharrada,
en la basura acabó.
Aquello de Cruz y Raya,
aquí no estaría mal:
Si hay que limpiarlos se limpian;
pero limpiarlos “pa na”.
Carlos
Valentín Gil
Junio 2009
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