El
pecado del Padre Cid y cosas que no se han escrito sobre Cristo
Rey
Sobre
la obra del Padre Cid, hay que reconocer y yo así
lo reconozco, que lanzarse en aquella época de carestía
a alimentar, -aunque no fuese mucho-, vestir, educar y controlar
a mas de 400 chicos, con un porcentaje muy grande venidos
de reformatorios de casi toda España en especial
de Madrid, era una tarea en la que había que tener
una moral de gigante, la del Padre Cid y los que colaboraron
con él.
Gracias a esa moral, muchos recibimos una educación
y un barniz cultural que nos ha venido muy bien en la vida.
Pasamos a algunos hechos:
En algún escrito se ha mencionado que el Padre Cid
o sus colaboradores, leían las cartas que se mandaban
a la familia o se recibían de ellas.
Eso es cierto, pero solo rechazaban aquellas en las que
se hablaba mal de las Escuelas y los interesados eran reprendidos
y en algunos casos castigados.
Sobre esto yo puedo contar que en los veraneos en Santander,
trabé amistad con unas chicas que vivían en
la zona, Mari Carmen Pérez, -enfrente del colegio-,
en la calle Soldado Alejandro García y la otra "Menchu"
Mendicuchea en la calle Tetuán.
En una ocasión Mari Carmen me mandó una carta
a las Escuelas con una foto suya.
Al llamarme en el comedor, como era costumbre repartir el
correo y ver la carta y su contenido, me temblaron las piernas,
pero no pasó nada de lo que yo temía, no fui
ni castigado ni reprendido por el Padre Cid que me dió
la carta y tras comentarle yo que era una simple amistad
y también con sus padres, me comentó que esa
era una buena cosa, fomentar la amistad con los vecinos,
siempre con educación y honestidad. La foto todavía
la tengo a pesar de los años, aunque de momento no
puedo localizarla. Con ésto queda claro que nos daban
las cartas, salvo las que eran contrarias a las reglas de
las Escuelas.
Pasemos a lo que no se cuenta y es totalmente cierto, en
los libros "Arquitecto de sueños" de Esteban
Carro y en "75 años de servicio Escuelas de
Cristo Rey" de Carlos Díez Menéndez....
El Padre Cid tenía grandes virtudes, sobre todo creadoras
y en general no era mala persona, pero tenía un grave
defecto.... que tiraba todo lo bueno por la borda, y era
a veces su irascible mal genio, llamado ira.
Toleraba hasta cierto punto las faltas de conducta, las
relacionadas con el sexo, el aseo y el poco interés
en los estudios, pero lo que no perdonaba era el hurto.
Cuando la policía traía a algún alumno
que había sido pillado robando en algún mercado,
casi siempre el del Val o el de Portugalete, eso le sacaba
de quicio.
El castigo venia por la noche y cuando estábamos
acostados, hacía levantarse al culpable y le llevaba
a una habitación donde le hacía arrodillarse
y cogiéndole la cabeza entre sus piernas, le sacudía
unos cuantos latigazos con un vergajo que tenía y
que entre nosotros decíamos era de "picha de
toro" y creo que así se llama.
Yo no lo probé nunca, pero lo escuche contar a alguno
que lo sufrió y vi los efectos en algún alumno,
la espalda y las nalgas llenas de verdugones.
Lo que a mi me afectó siempre en sus enfados, bastantes
corrientes y en el comedor nos llamaba "engendros del
diablo" y nos decía que "no podéis
ser buenos porque sois hijos de rojos". Eso siempre
me dolió mucho.
Otra cosa que ya lo cité en otro de los recuerdos
mandados, era "las tortas zamoranas".
Cuando íbamos a recibir como castigo alguna bofetada,
el Padre Cid nos colocaba delante de él y con sus
manos en la espalda y según nos estaba regañando,
nos amagaba con la derecha y al taparnos nuestro lado izquierdo
con el brazo, nos sacudía con la izquierda.
Si alguno lo sabía y se cubría con los dos
brazos, entonces recibías una patada en la espinilla
y al bajar las manos a la zona dolorida dejabas al descubierto
los dos carrillos y llegaba la "torta zamorana".
Cuento ésto y no lo defiendo, pienso que era una
época donde se usaba la correa y se decía
"la letra, con sangre entra".
Yo ahora lo recuerdo como algo pasado en tiempos lejanos
y prefiero acordarme de los momentos más agradables.
Sinceramente admiro la obra del Padre Antonio Fernández
Cid en Valladolid y más tarde en Cóbreces,
Sobrado de los Monjes y otros lugares de Castilla, y agradezco
las enseñanzas que recibí y me han sido muy
útiles en la vida.
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Fernando
Martínez González
Junio de 2017
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Veraneos
en Santander
Al
llegar estas fechas de verano, mis recuerdos se trasladan
a Santander y fue la primera vez que vi el mar.
Todos los años, desde 1947, nos trasladaban a Santander,
a una finca comprada con donaciones en la Avenida Menéndez
y Pelayo de esta ciudad.
(La principal donación era de un señor de
Santander, con la idea de que se hiciera en esta ciudad
otro Cristo Rey, al estilo del de Valladolid).
El terreno era una pronunciada cuesta y bajaba hasta la
calle Tetuán. En la parte alta se construyó
un edificio de unos 40 metros de fachada, de tres pisos
que al estar en una cuesta eran cuatro o cinco.
El resto del terreno sin cuidar y en la parte baja, en
la calle Tetuán, una pequeña nave, que era
el lavadero.
Pasábamos los meses de julio y agosto y nuestras
actividades eran las siguientes: por la mañana,
después de misa y desayuno a la playa, que generalmente
era La Magdalena que nos pillaba más cerca, vuelta
al colegio, comida, siesta y por la tarde salíamos
de paseo o jugando en el terreno del colegio.
Otro compañero y yo, hicimos amistad con una familia
enfrente del colegio, en la Cuesta del Soldado Alejandro
García y allí pasábamos muchas tardes,
con unas amigas y sus padres, que eran los porteros de
la casa.
Algunas veces, pocas, según los medios económicos
íbamos al cine por nuestra cuenta. Para lograr
tener algún dinero, nos dedicábamos algunos
a hacer collares con las caracolas que cogíamos
en la playa de La Magdalena. Los cordeles, cuentas de
colores, agujas y cierres, (algunas veces no había
para cierres y atábamos los cordeles), los comprábamos
en una mercería al principio de la calle Tetuán.
Luego los vendíamos por la zona de La Magdalena,
Puerto Chico y el Sardinero. (En alguna ocasión
en la explanada de la estación, si habían
montado el circo).
La playa de La Magdalena, estaba situada en una especie
de cala y había que bajar por unas escaleras.
Cuando subía la marea, desaparecía la playa
y nos tocaba ir a pasear o ir a la de El Sardinero que
estaba más lejos.
Cuando la marea era baja, nos bañábamos,
jugábamos y después en unas rocas que había
al final de la escalera, buscábamos caracolas,
lapas y algunas veces, con unos ganchos, sacábamos
algún pulpo pequeño, que nos lo compraban
la gente que iba a cogerlos.
Uno de los años, creo que fue en 1948, nos llevaron
por grupos y durante quince días, a un campamento
de Falange en la playa de Somo, adonde nos trasladaron
en barco desde el antiguo Puerto Chico.
Lo pasamos de maravilla, sobre todo con las comidas, que
eran estupendas, los juegos y por la noche, el fuego de
campamento, antes de ir a dormir, con canciones, chistes
y otras actuaciones alrededor de una hoguera.
A Santander nos llevaban en camiones, salvo una vez que
fuimos en tren y de este viaje recuerdo una canción
que cantábamos:
Adiós
Pucela entera, adiós ciudad querida,
tus calles y tus plazas y todas tus avenidas.
Adiós Pucela hermosa, que te vaya bien,
Dios quiera que otro año no tengamos que
volver.
Allá en el tren juntitos iremos,
y nuestras penas atrás dejaremos.
Más adelante debemos de gritar y vocear,
que somos madrileños que de Pucela se van...
y no volverán jamás. |
(Eso
era lo que cantábamos, pero en realidad yo he vuelto
cuatro veces de visita a Valladolid desde 1950 que salí
de las Escuelas).
El
último año, 1950, ya no fui, ya estaba de
superior el Padre Mariano, que al año siguiente
vendió la finca, para pagar alguna deuda y ampliar
las instalaciones de Cristo Rey.
Muchas son las correrías e historias que se podían
contar de esos años, pero con lo expuesto vale.
Un saludo,
Mas
cosas sobre Santander ....
En
primer lugar, contar que a Santander no solían
ir todos los alumnos.
Algunos se marchaban con sus familias, otros se
quedaban castigados, bien por problemas de estudios
o por mal comportamiento y en algunos casos por
estar trabajando, estudiando o atendiendo los mayores
el colegio.
Con lo mencionado, quedaba bastante reducido el
grupo de los que iban a Santander.
Recuerdo que el verano de 1948, nos llevaron de
excursión al Monasterio de Santa María
de Viaceli, en Cóbreces, disfrutando como
críos que éramos viendo las vacas,
como las ordeñaban y como hacían los
quesos. (En la actualidad, los monjes siguen haciendo
el que de La Trapa, pero ya no tienen vacas y la
leche se la proporcionan otros ganaderos de la zona).
Dormíamos en una nave con colchonetas en
el suelo y correteábamos y jugábamos
por una zona de manzanos, que creo recordar eran
para hacer sidra, algo ácidos pero a nosotros
nos sabían a gloria.
Puede que en esta excursión, ya estuviese
madurando el Padre Cid la idea de cambiar de orden,
de jesuita a trapense.
El año 1950 yo ya no fui a Santander por
mi trabajo en la ebanistería de Miguel Trapote,
en la calle Arribas. El traslado a Santander era
en julio y yo trabajaba ese mes.
En agosto, un día nos levantaron de madrugada
y después de lavarnos, nos llevaron a una
zona sembrada de garbanzos ya secos, situada paralela
a la carretera de León (hoy Avenida de Gijón),en
donde en la actualidad esta la zona de entrada al
Instituto y hasta donde creo que están las
naves de talleres de mecánica.
Nos pusieron un chico en cada hilera o surco, arrancando
las matas y depositándolas en unos serones
que otro chico llevaba al lado.
No se si conoceréis la planta del garbanzo,
pero esta llena de pequeños pinchos que nos
dejaron las manos hechas una pena, hinchadas y doloridas.
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Algunos, cuando encontraban una mata que no estaba
seca del todo, se comian los garbanzos verdes, lo
que les produjo unos fuertes cólicos y otros
cayeron enfermos con insolación.
Yo tuve la suerte de no gustarme el sabor de los
garbanzos verdes y también de librarme de
la insolación.
Os mando un plano de Santander para que conozcáis
la situación del Colegio Cristo Rey Santander.
En la actualidad, en el Paseo Menéndez Pelayo
hay una gran edificación con jardín
y piscina y en la parte de abajo, en la zona de
la calle Tetuán, un parking al aire libre
y en la derecha un Centro de Atención Médica.
También os mando , una foto del Monasterio
de Cóbreces, que fue restaurado por el Padre
Antonio Fernández Cid. Ya como trapense se
llamaba José Fernández Cid o Fray
José, al poco de ingresar en la Orden.
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Monasterio
de Cóbreces, (Cantabria)
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Fernando
Martínez González
Julio de 2017
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Explosión
del polvorín del Pinar
Corría
el mes de junio y el día 14, Valladolid se despertó
con una tragedia. A primeras horas de este día,
explotaba un polvorín militar, situado en la zona
del Pinar de Antequera.
La explosión se pudo oír por toda la ciudad
y resultaron muertas cinco personas y más de 70
heridos.
El caso más comentado, fue el de una mujer (Hilaria
Calvo), que salía de su casa con una niña
en brazos y que fue alcanzada por una piedra de unos 16
kilos. La mujer falleció y la niña salió
despedida y resulto ilesa.
Como yo trabajaba en la calle Arribas, en el camino al
taller que solía hacerlo algunas veces por la plaza
de San Pablo, vi bastantes casas con los cristales de
ventanas y balcones rotos.
La columna de humo se veía desde las Escuelas de
Cristo Rey, y ya en el taller, nos enteramos de lo ocurrido
por la radio.
(Ya ocurrió otra explosión similar, con
más fallecidos, diez años antes, en 1940).
Otro hecho que me viene a la memoria, es que el día
3 de marzo, nos vistieron con el uniforme de Falange y
nos llevaron hasta las instalaciones de la Granja Escuela
José Antonio, que fue inaugurada por Franco.
Lógicamente todos con la consabida banderita y
los clásicos gritos de "Franco, Franco, Franco".
Como os podeis suponer, el recorrido lo hicimos en el
coche de San Fernando, unos ratos a pie y otros andando-
También fueron inauguradas las empresa NICAS (Nitratos
de Castilla) y ENDASA (Empresa Nacional del Aluminio S.A.).
Comentar por último, que algunas veces, no muchas,
en las Escuelas nos llevaban a pasar unas horas en el
ya citado Pinar de Antequera.
Esperando que os guste, un saludo,
Fernando
Martínez González
Octubre de 2017
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Entrada
actual del polvorín nº 5 situado dentro
de las actuales
instalaciones de
los Talleres del Pinar
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Plano
de la situación de los polvorines del Pinar
(pincha sobre la imagen para verla más
grande) |
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